La convergencia de dos comedias que no conectan en ninguna de sus aristas re-introdujo para mi en el mes de abril uno de los valores más grandes del cine: su cualidad eterna. Aquello de lo que Bazin caracterizaba como la momificación del cambio, ese status infinito, lejano del margen de la temporalidad y de la espacialidad de lo real. Cada vez que se ve cine se lidia con un pasado corrupto, que encarcelado en los confines de la pantalla se vuelve a liberar cada vez que es visitado.
Y la comedia suele ser enemiga del tiempo, porque si el cine es un reflejo del estado de las cosas, la comedia es tal vez el género que más se aferra o tal vez, que más evidentemente anuncia ese ethos social. Pero los maestros de antaño supieron trascender el sarcófago.
Our Hospitality (1923) - Dir. Buster Keaton
La película que disparó toda la reflexión fue Our Hospitality de Buster Keaton, en donde básicamente y como en la mayor parte de su carrera el director interpreta una nueva versión de su clásico shtick, es un individuo que no sabe muy bien cómo llego a determinadas situaciones y escapa de ellas de formas poco convencionales, por no decir imposibles. Lo curioso de la película es que Keaton, casi en un acto de auto-referencialidad y de una ironía perceptible, elige no realizar ni un solo chiste hasta ya entrada la primer mitad de la película. Como pocas veces el director construye el universo en donde se va a sumergir su personaje, Keaton tiene interés romántico con una muchacha que es miembro de la familia rival a la que él pertenece, el detalle es que dentro del hogar de la muchacha a Keaton no lo pueden tocar por razones morales, hay que respetar la hospitalidad. El interés romántico es el eje que lo lleva a los juegos de enredo que caracterizan las narrativas del director, por supuesto, es tan solo una excusa para la construcción de complejos sets de acción. Y si bien uno queda maravillado con las piezas más grandes de la película (en donde Buster Keaton literalmente arriesga su vida) me resulta más interesante un ejemplo más sutil de cómo el director piensa siempre en el espacio como entorno potencial para la comedia. En ese sentido la casa actúa como figura central delimitadora de espacios, el interior de la casa funciona como terreno seguro para el protagonista y el exterior, pues, lo contrario. Lo que genera esto es un constante juego de expectativas, como un contrato entre el espectador y el director en donde comprendemos cuales son las reglas del juego en el interior como en el exterior del hogar, se da entonces una codificación del espacio físico.
Bad Trip (2020) - Dir. Kitao Sakurai
Eric Andre siempre fue elusivo a las convenciones de la comedia como género, lo que caracteriza la mayor parte de sus intervenciones artísticas es el absurdo y sobretodo un sentido del extrañamiento poco común. A primer vistazo Bad Trip parece ser el primer acercamiento del actor en realizar una comedia mainstream, sin embargo, cuando uno comienza a ver la película parece bastante claro que es todo una coartada para a través de los espacios comunes llevar al género a sus límites. Y lo hace a través de la cámara oculta, estampa del cine de comedia estadounidense en el siglo XXI. En ese sentido, la película logra trascender el mero artilugio de la cámara oculta y asciende a un difuminado encuentro entre las barreras de la ficción y la realidad. Lo curioso sucede cuando las reacciones humanas no son en absoluto distintas a los clásicos clichés que encontramos en películas del día a día. Como sin quererlo se reabre la vieja discusión: es el arte que afecta al comportamiento humano o el comportamiento al arte. De alguna forma se da una exploración de esa cualidad ouroborica de la relación cine-realidad, y tanto Sakurai como Andre tienen el suficiente tacto como para comprender el funcionamiento de la modernidad en donde hoy más que nunca el acto performativo, sea enmarcado dentro de las normas de género cinematográfico como en los códigos de comportamiento de las redes sociales, es una clave fundamental de la vida diaria.
Les Demoiselles de Rochefort (1967) - Dir. Jacques Demy
Algunas otras películas que llamaron mi atención en el mes: Barbara de Christian Petzold por su sutileza para entender el mundo político como el personal, Los Muertos de Lisandro Alonso en su análisis con tintes bíblicos del hombre como ser primitivo, Les Demoiselles de Rochefort de Jacques Demy por su puro jolgorio cinematográfico estampado en un soundtrack maravilloso.